
Criticar el auge actual de los campos de golf en nuestro país es fácil. Trasladar a la España Seca el paisaje y ecosistema de St. Andrews (Escocia), 2.000 kilómetros hacia el sur (y 2.000 milímetros de lluvia menos) parece al principio el paradigma de la insostenibilidad.
No parecen creerlo así los representantes del sector. Una lectura rápida de la Golf Guía 2008, que regala el diario ABC en su edición de hoy, nos muestra un pujante sector económico plenamente insertado en la sostenibilidad, avaricioso en el uso del agua, abierto a la sociedad, fuente inagotable de puestos de trabajo bien pagados.
La reciente entrega del Premio Madera Verde de Responsabilidad Ambiental para campos de golf nos muestra como se traduce en la práctica esta sostenibilidad. Y resulta que, en lugar de narrar con humildad sus avances en el uso de agua reciclada, césped con menor requerimiento de agua, procedimientos de riego economizadores, etc, les pierde el orgullo por estas ciertas pero muy parciales conquistas.
Así, nos enteramos de que el golf “restaura ecosistemas degradados … disminuye el efecto invernadero … contribuye a recargar los acuíferos … es un vector de educación ambiental”. En resumen, un campo de golf no es una industria como otra cualquiera: es “una herramienta para la conservación de los valores naturales y la promoción de los estéticos, ecológicos y paisajísticos”.
Pocas páginas más allá, la descripción de La Reserva de Sotogrande destruye todas estas buenas impresiones. Resulta que este club de golf “privado y exclusivo” ha obtenido uno de los premios Madera Verde por, entre otras cosas, un sistema de lagos interconectados que minimiza el consumo de agua todo lo posible (?). El resto son vaguedades.
El sector del golf, en resumen, está optando por un camino infructuoso. En lugar de detallar las prácticas de ahorro de agua de los greenkeepers (los que cuidan el césped), se lanzan al lugar común y vacío sobre la sostenibilidad. Pero ya no basta con pronunciar las palabras mágicas. El golf, una honrada y pujante industria, está todavía a mucha distancia de una razonable sostenibilidad, y le conviene mucho más reconocerlo y contar sus progresos que lanzar cortinas de humo.