jueves, 3 de abril de 2008

Ciclismo en Madrid: Sudoku constante.


Es una foto del Paseo de la Castellana, avenida céntrica de Madrid que debería estar en condiciones. Usar la bicicleta en la capital es una aventura cada día: agujeros, pitidos, buses, taxis…

Lo primero con lo que uno se encuentra cuando sale a la calle en bicicleta es la cara de asombro de sus vecinos y de los peatones que pasan por delante del portal, por no hablar de los propios amigos…

Pero los obstáculos a sortear no son pocos en el propio trayecto. El asfalto de las calles centrales de Madrid está totalmente descuidado: por ejemplo, en la calle Goya (Barrio de Salamanca) hay hasta 10 agujeros, que van desde los 10 cm hasta los 40. Además están todos en el lateral derecho del carril bus/taxi, donde se supone que uno debe mantenerse, cosa que obliga a ir por el centro del carril y molestar a los coches y buses que circulan por el mismo. Además hay bastantes tramos en los que se conserva el adoquín…

El hecho de ir por el carril bus obliga además al ciclista a tragar muchísimo humo. Madrid es una ciudad con un nivel de contaminación alto, no hace falta más que ver la capa gris que se eleva sobre la ciudad desde las afueras. Pero a eso hay que sumarle la sensación de opresión en el pecho que supone circular detrás de un autobús, que expulsa gran cantidad de humo por el tubo de escape. Al tener los pulmones abiertos por el trabajo físico que supone pedalear cuesta arriba, la cantidad de monóxido de carbono que inspiramos es mayor, y provoca ahogo.

Esta sociedad además no está acostumbrada a mirar por el ciclista. Ni el conductor ni el peatón miran por el ciclista, lo que implica que éste deba estar atento a todos ellos. Los conductores no cuentan con la presencia del ciclista a la hora de hacer giros o cambios de sentido, y los peatones sólo reaccionan ante él cuando oyen un frenazo.

El mundo del taxi es un mundo aparte: El taxista actúa como si la bicicleta fuera un vehículo como los demás pero más lento, y presiona colocándose a 5 cm de la rueda trasera o pitando cada 5 segundos…Eso lo hace la mayoría, aunque una pequeña minoría aprovecha la coyuntura para acomodarse detrás de la bicicleta ¡y así sacar provecho de la carrera!

Madrid es una ciudad con bastante relieve. No es como Berlín, Ámsterdam, Copenhague o incluso Barcelona, ciudades en las que la gente se mueve a diario con la bici por el ahorro y el poco esfuerzo que conlleva. En Madrid supone un deporte: hay que combinar las cuestas de Lavapiés, la Calle Princesa o la Calle Alcalá, con El Paseo de la Castellana y las pequeñas callejuelas de los barrios antiguos y crear así un “trayecto inteligente”, que permita al ciclista moverse por la ciudad sin quedarse sin aliento y sin sudar a mares antes de llegar a su centro de estudios o a su trabajo.

Pero, aunque ir en bicicleta conlleve tantas trabas, también conlleva satisfacción personal: No sólo no se contamina, sino que se ahorra y se hace deporte a la vez.

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