jueves, 25 de junio de 2009

Un Cambio de Modelo

Nos esforzamos por decidir cuál es la vía adecuada para que la demanda energética obtenga una respuesta sostenible, mediante energía renovables, energía nuclear, etc. Los debates a nivel internacional están centrados en cómo procesar los residuos generados, en encontrar fórmulas para que el desarrollo económico no encuentre un freno en la degradación del medio ambiente o en la dependencia del petróleo.
Creo firmemente que nos estamos desviando del verdadero motivo que ha provocado el cambio global que estamos experimentando en las últimas décadas. Existe una evidente desvinculación del ser humano con la naturaleza; la economía tradicional, con la inseparable mano invisible del mercado, ha provocado una desmaterialización de la economía, y me explico: en los países ricos está muy arraigada la idea de que el desarrollo económico, los bienes y servicios de consumo no dependen directamente de los ecosistemas naturales, en todo caso, los residuos generados recaen sobre ellos.
El nivel de vida consumista y despilfarrador que tenemos en los países ricos es consecuencia directa del saqueo y degradación de los recursos naturales en los países del sur. Es imposible avanzar hacia un mundo sostenible sin tener esa premisa muy clara, y evitando caer en el denominado “optimismo tecnológico”, es decir, confiar en que la ecoeficiencia y las nuevas tecnologías tienen la única respuesta para que el desarrollo económico y el nivel de vida, no sólo se mantenga, sino que siga aumentando en los países ricos, y las nuevas potencias emergentes (como son China e India).
Las respuestas no son fáciles, pero pasan inevitablemente por asumir el cambio global en el que estamos inmersos, sabiendo que somos la especie que más ha influido en la dinámica ecológica a todos los niveles, con la responsabilidad que eso implica.
Una de las herramientas que se están desarrollando en los últimos años es la valoración de los servicios de los ecosistemas, que son principalmente tres: servicios de abastecimiento o aprovisionamiento (alimentos, agua, aire, materias primas, etc.); servicios de regulación (regulación del clima, del agua, de enfermedades, etc.) y servicios culturales (beneficios inmateriales que obtenemos de los ecosistemas por medio del enriquecimiento espiritual, el disfrute estético, el recreo, etc.). La valoración de estos servicios consiste en dotar de valor económico a estos servicios para introducirlos en el mercado actual, de forma que puedan competir con otros bienes y evitar así la degradación indiscriminada a las que se han visto expuestos los ecosistemas. De esta manera, los tomadores de decisiones, e incluso la sociedad en general es capaz de entender mediante un lenguaje económico que conoce, que por ejemplo la deforestación de un determinado bosque tiene unos beneficios menores al coste que implicaría su restauración, o a los beneficios que dejan de obtenerse de ese ecosistema.
La nueva ciencia de la sostenibilidad quiere dar una respuesta a un modelo económico caduco, basado en un crecimiento exponencial en un mundo (no lo olvidemos) finito. Por tanto, asumamos el cambio global, creamos en una ciencia multidisciplinar, y volvamos a la certeza de que dependemos absolutamente de los ecosistemas (su funcionalidad, y por tanto su conservación y gestión sostenible).

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