Hace poco tiempo me sorprendió ver un simulador para la conducción eficiente de automóviles con el llamativo rótulo de “conducción ecológica”. ¿Cómo se conduce de forma ecológica? ¿emitiendo semillas en vez de CO2? ¿Tirando un carro por burros en peligro extinción?.
Últimamente el término “ecologismo” suele estar algo decaído, se asocia demasiado a posturas radicales o a la temida incorrección política. Por eso suele utilizarse el término “ecología” para referirse a la preocupación por el medio ambiente. Sin embargo, ambos conceptos comparten menos características de las que parecen.
La ecología es una ciencia. Tan neutra y aséptica como las matemáticas, la ingeniería química o la economía (con la que comparte prefijo, ideas y conceptos). Tiene números, teorías, leyes… les advierto que en un libro de ecología hay más gráficos extraños y largas ecuaciones que fotos de animales. Es una disciplina compleja que estudia las relaciones de los seres vivos con su entorno, cómo afectan los cambios en las poblaciones, cómo evolucionan los ecosistemas en número de especies según su altitud, humedad, suelo… La ecología como ciencia no entra en valoraciones sobre lo bueno y lo malo. Las cosas ocurren, y la ecología intenta encontrar las causas y consecuencias en los seres vivos.
El ecologismo es un movimiento social. Está marcado por premisas como la conservación del medio natural, la preocupación por el medio ambiente y aboga por integrar a la especie humana dentro del “sistema Tierra”. En muchas ocasiones entra en valoraciones llegando a posicionarse en un sector bien definido del espectro político. Es una corriente de pensamiento sujeta a la crítica y a los cambios en la sociedad. Como movimiento social, implica decisiones subjetivas e influenciadas por el comportamiento humano.
Y ahí está la diferencia entre el ecologista y el ecólogo. Uno es un militante y otro un profesional científico. De hecho puede haber ocasiones en las que ambas disciplinas se contradigan y ambos individuos se lleguen a enfrentar. Generalmente los ecologistas se sirven de la seriedad de la ciencia ecológica para defender sus ideas, mientras que muchos ecólogos se quejan de que el movimiento ecologista les resta credibilidad cuando los confunden con activistas. Aún así, para qué negarlo, el ecologista suele ser el alter ego del ecólogo, el Batman de Bruce Wyne.
Muy buena la respuestaa!!
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