lunes, 16 de noviembre de 2009

El clima cansa


Hoy se ha sabido que la cumbre de Singapur ha rebajado las expectativas de convertir la cumbre de Copenhague, preparada por las conversaciones de Barcelona, en un Kioto 2, aunque se espera que la reunión de Ciudad de México de 2010 ponga las cosas otra vez en el buen camino. El cambio climático está alcanzando el punto de saturación mediático-social. A la gente no le cabe un gramo más de lucha contra el cambio climático, 350 partes por millón, salvemos el clima, reunión de las partes del Convenio, protocolo de Kioto y hemos-evitado-la emisión-de-veintitrésmil-toneladas-de-ceodós.

La acumulación de “políticas de lucha contra el cambio climático”, comercio de derechos de emisión, mecanismos de desarrollo limpio, fondos de carbono y otras hierbas se ha convertido en un embrollo de proporciones mundiales. Eso sin contar las batallas entre creyentes y negacionistas del cambio climático, que discuten los gráficos de evolución de las temperaturas en el Holoceno con la misma furia con que herejes e inquisidores afirmaban o negaban el dogma de la santísima trinidad.

Es evidente que necesitamos una moratoria. No más reuniones internacionales ni declaraciones de alto nivel ni convenios planetarios ni convenciones climáticas de las partes. Pacto entre caballeros para que las empresas e instituciones dejen de anunciar con orgullo las toneladas de CO2 que no han emitido a la atmósfera. Acuerdo tácito para que las entidades públicas y privadas dejen de editar materiales, panfletos y blu-rays hablando del calentamiento global.

Con los ingentes recursos así ahorrados, se podrían redoblar esfuerzos en medidas sencillas, como peatonalizar calles, difundir medidas simples de eficiencia energética en empresas y hogares, instalar paneles fotovoltaicos, mejorar la gestión inteligente de las redes de distribución de electricidad, cobrar una tasa de congestión a los coches que quieran entrar en el centro de las ciudades, erradicar las lámparas de incandescencia de las estanterías, subir el precio de la gasolina para usos suntuarios, etc. Cuando acabara la moratoria, en cosa de un año o dos, veríamos con sorpresa como las famosas emisiones de CO2 se habrían reducido notablemente.

Y no solo ellas: también las de óxidos de nitrógeno, partículas en suspensión, benceno, hidrocarburos sin quemar, dióxido de azufre, etc., que son venenos para nuestro organismo, a diferencia del CO2. Y como ventaja adicional, los periódicos no gastarían páginas y páginas en reseñas de reuniones internacionales –las llamadas “Cumbres del Clima”– que buscan inútilmente compromisos serios para combatir el cambio climático. Los bosques papeleros lo agradecerán.

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