viernes, 3 de junio de 2011
Demonio de coche
Los fabricantes de coches de toda la vida reafirman una vez más que no tienen el menor interés en el coche eléctrico. En una reciente reunión patrocinada por El Mundo dejaron claro tres cosas: a) no piensan mover un dedo en la dirección del coche eléctrico si no reciben más dinero del estado durante más tiempo, b) el petróleo les gusta más que el litio (principal componente de las baterías que alimentan los vehículos eléctricos) y c) no hay que caer "en la demonización del coche actual". Más claro, agua.
A pesar de las exhortaciones del voluntarioso ministro Miguel Sebastián, nadie está por la labor de lanzar un cche eléctrico y ver si tiene éxito o no. Agunos insinúan que el vehículo eléctrico sería buenas solución para la motorización de China e India, más que nada porque si la hacen con coches de gasolina el precio del petróleo llegaría pronto a los míticos 500 $ por barril.
En la última edición del Anuario del motor de ABC, hay dos referencias a los coches eléctricos en sus 84 páginas y 140 modelos censados: una versión eléctrica de 41 CV del Smart Fortwo escondida en el texto de la reseña y un anuncio a toda página cdel Renault Twizy, muy prometedor con su precio de solo (desde) 4.917 €.
El problema es que el Twizy no se puede comprar todavía. Se puede reservar, y la compañía dice que habrá ejemplares disponibles en el otoño de 2011. Los coches eléctricos reales de las grandes marcas no existen todavía. El Mitsubishi iMiev dicen que estará disponible para 2012. No se ha vuelto a oir hablar de los coches eléctricos de otras marcas, que hace dos años parecían de inminente aparición. Los postes de recarga languidecen en las calles, por falta de vehículos que alimentar.
Cuando los coches de motor sustituyeron a los de caballos, la industria no estuvo dudando durante décadas antes de sacar sus modelos a la calle. Los fabricaron, los pusieron a la venta y esperaron los resultados. Hoy, toda la industria automovilística en conjunto, con una inversión en I+D trillonaria, es incapaz de diseñar y fabricar el coche sostenible que necesitamos. Claro que no hay que demonizar al coche de gasolina, pero hay algo diabólico en su persisistencia contra todas las evidencias que prueban que ya, a las alturas del siglo XXI, es completamente insostenible.
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