lunes, 31 de enero de 2011

También el clima puede hacernos ganar mucho dinero


La actitud de las instituciones financieras (IF) ante la monserga del cambio climático tiene variantes (además de una postura muy común a la que todo el asunto, sencillamente, se la trae al fresco).

Un sector importante de las IF mantiene la negación. Según éste, la amenaza de un cambio climático destructivo por el excesivo vertido de gases industriales a la atmósfera no existe. Es una patraña puesta en circulación por los antisistema y en todo caso no tiene nada que ver con la actividad humana. Lo que necesita la humanidad es un sólido crecimiento basado en el consumo de combustibles fósiles y en la energía nuclear, que es “limpia, barata e inagotable” y necesita guardias armados a la puerta. En cuanto a las energías renovables (“carísima e inseguras”), son la culpables de la mayor parte de los males que aquejan a la humanidad.

Otro sector importante refina el asunto un tanto: es posible que exista la amenaza de un cambio global no para bien, pero ahí tenemos mecanismos para paliarlo, que pueden dejar un dinerillo y no molestan a nadie: el mercado de derechos de emisión de carbono, los mecanismos de desarrollo limpio (compensar emisiones europeas plantando árboles en Costa Rica, por ejemplo), el almacenamiento (“captura”) de CO2 en depósitos, las medidas de eficiencia energética generosamente financiadas para las grandes empresas, etc. Un poco de renovables se puede admitir (sin salirse de madre, claro) y cosillas como el coche eléctrico son decorativas, siempre que su lanzamiento masivo se posponga hasta el año 2047 como pronto.

Pero ahora surge otro enfoque diferente: el cambio climático como sensacional oportunidad de negocio. Recientemente se ha sabido que las IF solicitan más y mejor información sobre el clima, y la Bolsa de Madrid ha abierto BME Clima, un servicio de consultoría de riesgos climáticos. Aunque la información disponible sobre estas iniciativas está escrita en argot, surgen algunas ideas que cualquiera puede entender, como “muchas entidades no son conscientes de sus fuentes de riesgo clima” o, mejor todavía, “es posible obtener beneficios adicionales del uso de derivados de clima”. Aunque parece que al principio todo está planeado con la mejor intención, no hay que fiarse. Las entidades financieras tienen la costumbre de convertir en una burbuja insostenible todo lo que tocan.

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