jueves, 2 de julio de 2009
La catedral del transporte público
Madrid tiene el mejor sistema de transporte público del mundo (bueno, tal vez solo uno de los mejores), con una magnífica red de metro, ferrocarril de cercanías, autobuses urbanos e interurbanos, taxis y recientemente microbuses. No nos falta de nada, y recientemente se ha unido a todo este despliegue la inauguración de la catedral del transporte público, es decir, la gigantesca estación de cercanías y metro de la Puerta del Sol, en el corazón de la ciudad. Este alarde de ingeniería ha batido varios récords de tamaño y de lujo.
El problema comienza cuando uno sale a la superficie, atravesando el interior de las grandes tortugas de cristal que guardan la entrada de la estación. Ya en la calle, lo que más se ve son coches. Coches en cantidades ingentes, que colapsan las calles de la ciudad y la llenan de humo y de ruido. Coches que se suben a la acera en cuanto te descuidas, que aceleran al llegar a los pasos de cebra para intimidar a los peatones.Y es que Madrid tiene un catedralicio sistema de transporte público… sumergido en un asfixiante mar de coches privados.
En la capital de España hay respeto casi religioso por el transporte privado. Una iniciativa como la “congestión charge” de Londres sería impensable en Madrid. Prohibir cualquier cosa a los conductores de automóviles se ve como algo nefando y antisistema. Se considera lógico y normal planear una nueva red de aparcamientos por toda la ciudad. Las bicis de alquiler duermen en algún cajón de proyectos, mientras que Barcelona y Sevilla llevan años practicando con éxito este sistema. Hasta las tímidas peatonalizaciones de algunas calles reciben feroces críticas, entre las que destaca la de que los coches circulando por las calles “aportan seguridad”.
El caso es que no podemos tener las dos cosas a la vez. No podemos tener el mejor sistema de transporte público del mundo junto con dos millones de coches a los que no se impone ninguna restricción. Hay que elegir. Propongo dedicar la inmensa caverna de la Puerta del Sol a aparcamiento subterráneo.
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