Recuerdo cuando en una de esas tardes de cañas intentando arreglar el mundo, pensando en idioteces diarias y derroches varios, se nos pasó por la cabeza a mis amigos y a mi la idea de convertir el gimnasio del barrio en una pequeña central eléctrica con motores humanos. A falta de cálculos sobre rentabilidad, la idea parecía perfecta: además de utilizar las máquinas para ponerte en forma, descargarías a la red eléctrica la energía de nuestra sobrealimentación. Mira que bien. Tanto le ahorrabas al gimnasio de factura eléctrica, tanto que te ahorrabas tú de la cuota mensual. No tardamos en ir más allá, pensando en bicicletas estáticas en nuestras propias casas, e incluso en las ruedas de nuestro hámster.
Obviamente se quedó en nada, hasta que hace unos días observé que ya nos habían quitado la idea. Y parece que va en serio. Se llama “red eléctrica inteligente” y puede suponer una verdadera revolución energética doméstica. Se trata de conectar todos los enchufes del país para controlar e integrar miles de distintas energías limpias a pequeña escala. Se conectarían a la red pequeños paneles fotovoltaicos, sistemas que aprovechen el calor residual de las cocinas, columpios, parques infantiles, gimnasios, escaleras, la wii y casi cualquier cosa que se nos ocurra que desperdicie energía fácilmente convertible en electricidad. Obviamente este sistema debería coexistir con el de las grandes centrales eléctricas ya que el balance, por fuerza, seguirá siendo negativo. La energía generada se volcaría a la red y nos pagarían por ella, descontándola de nuestra factura eléctrica. En algunos casos especiales (como los gimnasios) el balance puede ser positivo e incentivaría a todo el mundo a utilizar estos sistemas.
La pega son los problemas jurídicos, de estabilidad y control del sistema, pero hay ya en marcha distintos proyectos internacionales que estudian la posibilidad de ponerlo en marcha. Aunque no llegue a funcionar globalmente, siempre podemos utilizar estos sistemas para recargar baterías o hacer que funcionen otros aparatos domésticos sin tener que enchufarlos a la red.
Si todo sale bien, ya estoy imaginando el auge de la venta de bicis estáticas. Nunca hubo mejor excusa para ponerse en forma que contribuir con el pedaleo a la lucha contra el cambio climático y por la reducción la factura eléctrica.
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