Internet y los periódicos gratuitos han llevado la prensa escrita a un sector cada vez más amplio de la sociedad, pero también ha logrado bajar el listón de lo que es noticia pudiéndose encontrar disparates a toda página con el único fin de enganchar a los lectores aburridos en el transporte público o trabajos ociosos. Entretener es un loable esfuerzo para literatos y plumas alegres, pudiendo llegar a considerarse un arte en muchos casos, pero es un mal destino para un periodista serio, cuyo fin es la información.
Por desgracia, con la notable excepción del hombre rural, la sociedad se asoma al medio ambiente a través de las páginas del periódico (digital o en papel) llevándose una idea sesgada y muchas veces equivocada de muchos problemas que le afectan. En especial el cambio climático es diana de sabrosos titulares que hablan del fin del mundo, jugosas lecturas para devoradores de novelas de ciencia ficción. Los estudios sobre incidencias de enfermedades y factores ambientales (el cáncer y líneas de alta tensión, por ejemplo) también son objeto de inquietantes titulares sin apenas letra pequeña.
¿Está justificado el sensacionalismo ambiental? Los fenómenos ambientales son muy complejos y la comunidad científica se esfuerza por comprenderlos. Cuando el periodista pretende resumir en dos palabras un trabajo tan arduo y que no entiende del todo es normal que caiga en inexactitudes o que ponga el acento de la noticia donde no corresponde. Se desfigura el contexto de la noticia y se dan como definitivos los datos que realmente no lo son. Muchas veces la prensa filtra la verdad científica, la envuelve en papel de colores y la lanza con violencia y a tres columnas.
Por el contrario, la verdad científica es normalmente árida y falta de interés para el lector medio. La prensa configura la opinión pública y en muchos casos su colaboración es imprescindible para lograr resultados (separación de residuos, eficiencia energética, ahorro de agua…). Es beneficioso que las plataformas ecologistas tiren de su lado exigiendo un mayor compromiso a los periódicos elevando el tono de sus titulares, llamando la atención sobre problemas reales cuya solución está en manos del lector. Sin embargo se corre el peligro de que cuando se tenga que dar un mensaje sobre un asunto grave, después de tantas falsas alarmas, nadie hará caso.
El equilibrio se conseguirá cuando las noticias ambientales las den periodistas especializados, formados, comprometidos, críticos y realistas; cuando la colaboración entre los ecólogos y la prensa se haga pensando en el lector y su compromiso. Hasta entonces nos quedaremos sin saber diferenciar el grano de la paja.
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