Aquel pececito de tres ojos del río de Springfield evidenciaba los temores de la sociedad al monstruo nuclear que protagonizó sin discusión la segunda mitad del siglo pasado. Y justo cuando el fantasma parecía irse para siempre, ahora regresa disfrazado de salvación del progreso. ¿La sostenibilidad es atómica, como aquel pez amarillo?
El camino hacia la sostenibilidad tiene un importante bache energético, y es que el sistema Tierra tiene sus propios flujos que a ella le bastan. El sol es su único enchufe; para qué más. Pero el hombre lleva años buscando más enchufes, más rápidos y más “baratos” (en euros). El petróleo fue un parche, un remiendo para doscientos años que, si nos abstraemos un poco, concluimos que no fue más que aprovechar la energía que el sol dejó en forma fósil durante miles de años. Y ahora no solo queda poco y es caro, sino que sus emisiones están subiendo la fiebre al sistema Tierra. Y cuando Gaia estornuda el hombre llora.
Quemar petróleo acelera el ciclo del carbono, convirtiéndolo en insostenible y variando el clima. ¿Por qué no utilizar entonces un tipo de energía que no altere ningún ciclo natural? Como, por ejemplo, la energía nuclear. Así argumentaba James Lovelock a favor de la energía nuclear como solución a medio plazo del efecto invernadero. A muchos, que el gran gurú del ecologismo y padre de la “Hipótesis Gaia” lanzase esa bomba, hizo que se tambaleasen los mitos y las pegatinas de “nuclear no, gracias”.
Hoy el mundo discute si incluir o no la alternativa nuclear para cumplir con Kioto y con las generaciones futuras. Los resultados de estas últimas elecciones confirman que en España lo tenemos claro: en 2028 cerraremos la última. Pero aún quedan otros 5 comicios hasta entonces, el petróleo está hoy a 105 dólares y la gran solución, las renovables aunque ya han despegado, aún tienen camino por hacer. ¿Las podremos esperar?
El camino hacia la sostenibilidad tiene un importante bache energético, y es que el sistema Tierra tiene sus propios flujos que a ella le bastan. El sol es su único enchufe; para qué más. Pero el hombre lleva años buscando más enchufes, más rápidos y más “baratos” (en euros). El petróleo fue un parche, un remiendo para doscientos años que, si nos abstraemos un poco, concluimos que no fue más que aprovechar la energía que el sol dejó en forma fósil durante miles de años. Y ahora no solo queda poco y es caro, sino que sus emisiones están subiendo la fiebre al sistema Tierra. Y cuando Gaia estornuda el hombre llora.
Quemar petróleo acelera el ciclo del carbono, convirtiéndolo en insostenible y variando el clima. ¿Por qué no utilizar entonces un tipo de energía que no altere ningún ciclo natural? Como, por ejemplo, la energía nuclear. Así argumentaba James Lovelock a favor de la energía nuclear como solución a medio plazo del efecto invernadero. A muchos, que el gran gurú del ecologismo y padre de la “Hipótesis Gaia” lanzase esa bomba, hizo que se tambaleasen los mitos y las pegatinas de “nuclear no, gracias”.
Hoy el mundo discute si incluir o no la alternativa nuclear para cumplir con Kioto y con las generaciones futuras. Los resultados de estas últimas elecciones confirman que en España lo tenemos claro: en 2028 cerraremos la última. Pero aún quedan otros 5 comicios hasta entonces, el petróleo está hoy a 105 dólares y la gran solución, las renovables aunque ya han despegado, aún tienen camino por hacer. ¿Las podremos esperar?
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Agradecemos tu colaboración en nuestra bitácora.
Difunde y pon a prueba tus ideas escribiendo un comentario.
Puedes dejar tu opinión de forma anónima seleccionando el botón que hay encima de "publicar comentario"