lunes, 25 de octubre de 2010

En las ciudades se puede, en los bares no


El mismo día en que el Congreso aprobó la ley que prohíbe fumar en bares y restaurantes, la ciudad de Madrid se convirtió en una habitación cerrada y con la atmósfera contaminada. Una situación de estabilidad atmosférica hizo que la concentración de óxidos de nitrógeno superase durante varias horas los 250 microgramos por metro cúbico, es decir, una cierta cantidad de gas tóxico en un volumen de aire del tamaño de un frigorífico. Esta situación entra en la calificación de “nivel de aviso”, que obliga a informar a la población. Casi nadie se enteró, pues la reacción municipal se limitó a recomendar el uso del transporte público en algunos anuncios luminosos. La mayoría de la gente se enteró al día siguiente por los periódicos.

Si están interesados, pueden consultar el protocolo de alerta atmosférica del Ayuntamiento de Madrid. Establece que si llegara el caso de respirar más de tres horas seguidas una concentración superior a los 400 microgramos, se activaría el nivel de alerta, y se tomarían medidas extremas, como por ejemplo “Restricciones a la circulación de los vehículos privados”. Es decir, entre 250 y 400 microgramos, hay una franja bendita, en que respiramos oficialmente un aire tóxico pero no hay que hacer absolutamente nada.

Así que una vez más se confirma la tendencia a echar las culpas de todo a las malas costumbres personales de los sufridos ciudadanos, y a negar con denuedo que haya nada malo en el medio ambiente en el que viven. No es admisible que respiremos un aire contaminado por el humo del tabaco en un bar –y así debe ser, no por los parroquianos, sino por los trabajadores del local– pero no pasa nada por respirar un aire con componentes tóxicos en una ciudad entera. No olviden consultar la web donde se informa de la contaminación atmosférica en su ciudad. La de Madrid se puede consultar aquí.

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