jueves, 25 de febrero de 2010

Menuda oportunidad estamos perdiendo


¿Reducir a la mitad el consumo de energía simplemente porque la usamos mejor? ¿Duplicar la participación de las energías renovables en la cesta energética? ¿Conseguir todo eso en sólo cuatro o cinco años? Sí, sería posible. Pero no lo veran nuestros ojos, si siguen activos una serie de palos en las ruedas de la sostenibilidad energética. He aquí algunos:

• El mito del “mix” equilibrado. Hace ya unos años que la patronal eléctrica española planteó su famoso “mix” (con lo fácil que sería decir mezcla, o cesta) ideal de la energía: 30% renovable, 30% fósil y 40% nuclear. A fecha de hoy, es de un 30% / 50% / 20%. Un verdadero mix equilibrado, según los expertos, sería uno 100% renovable repartido entre centrales eólicas, hidráulicas, solares y de biomasa. Esta mezcla es invulnerable a las variaciones climática. Si falta sol, sobra agua, y si falta viento abunda el sol, sin contar con la posibilidad de almacenar energía vía biomasa, hidrógeno u otro sistema disponible.

Pues bien, con la llegada de las renovables a su “techo” han saltado todas las alarmas. En lugar de aprovechar el impulso alcanzado para llegar pronto al 50% , surgen voces de todas partes abogando por parar los pies a las “carísimas” e “inservibles” energías renovables. Como sigan así, acabarán por abortar el más prometedor estirón de las energías sostenibles de todo nuestro planeta.

• La calidad no es para todos. Los edificios perfectamente aislados y ultraeconomizadores son caros. Bien está que los pijos prefieran este tipo de viviendas, como los prefieren los coches híbridos o eléctricos. Pero para la gente del montón, lo adecuado es una calidad del montón, eso sí, cumpliendo escrupulosamentela legislación correspondiente. Al hilo de esto se podría hacer una pregunta capciosa: ¿Cuántos de los edificios de viviendas de nueva construcción tienen derecho a ostentar una etiqueta energética “A”?

• Las etiquetas invisibles. Ha costado muchos años popularizar las etiquetas energéticas de los electrodomésticos. Hoy en día, nadie en su sano juicio compraría un frigorífico que no sea clase A++. Pero esa misma persona, a la hora de comprar un coche o un piso nuevo, no verá la correspondiente etiqueta energética por ninguna parte. Los fabricantes de coches han conseguido una resonante victoria: la etiqueta oficial que cataloga la calidad energética de sus productos es completamente invisible para el consumidor. Los constructores tampoco parecen entusiasmados por exhibir la correspondiente etiqueta energética en los edificios que levantan, y en este caso, para más inri, hay problemas administrativo-competenciales de consideración.

• Petróleo 1, Cambio Climatico 0. El sector fósil está poniendo grandes esperanzas en que la tecnología nos permitirá seguir quemando como lo hemos hecho siempre. A juzgar por las enormes subvenciones que reciben proyectos lunáticos de quemar carbón primero, y enterrar el CO2 resultante después, están en lo cierto. La publicidad de las grandes petroleras parece el catálogo de un herbolario: no hay gasolina, gasóleo o queroseno que vendan que no sea absolutamente verde, ecológico y amigo del medio ambiente. En realidad son los combustibles de toda la vida con algo menos de compuestos tóxicos. Otro frente de batalla es el descrédito del asunto del cambio climático. Se ha llegado a decir que el CO2 no es un gas tóxico –con el consiguiente alivio de los fabricantes de bebidas carbónicas– y que eso invalida las predicciones catastrofistas de los “creyentes” en el calentamiento global. Entre unas cosas y otras, tras el fracaso de la reunión de Copenhague, el sector fósil puede respirar tranquilo. La oportunidad de una energía sostenible está tan lejos como lo ha estado siempre.

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