miércoles, 7 de octubre de 2009

La amenaza de los peatones borrachos


“Asegúrese de que le han visto. A continuación, camine, pero no corra. Mantenga la vigilancia en todo momento”. ¿Instrucciones para los visitantes de una reserva de tigres feroces? No, un resumen de las recomendaciones de la Dirección General de Tráfico a los peatones. Las bestias salvajes a no perder nunca de vista son los automóviles, o mejor dicho los automóviles con un conductor dentro. Un informe reciente del RACE examinó cientos de miles de datos de velocidad de vehículos en tres ciudades –Málaga, Madrid y Valencia– y concluyó que al menos la mitad de los conductores no respetaban los límites urbanos de velocidad, establecidos en 50 km/h.

Los peatones muertos por atropello en España son actualmente solo unos 600 al año, una cifra muy reducida con respecto a los casi mil de comienzos de la década. La mitad de estas muertes ocurren en las carreteras, donde se supone que los coches van a buena velocidad y no tienen tiempo de esquivar a los que irrumpen en la calzada. La otra mitad mueren atropellados en las calles de una ciudad. La DGT afirma tajantemente que la mayoría de estos accidentes son culpa del peatón, que cruza por donde no debe, no respeta los semáforos en rojo, etc.

Ahora se ha revelado un nuevo peligro amenaza a los sufridos conductores de automóviles: los peatones borrachos. En efecto, según la Memoria 2008 del Instituto Nacional de Toxicología y Ciencias Forenses, de los 187 peatones que murieron atropellados y fueron analizados el año pasado, el 33% dio positivo en alcohol (22%), drogas ilegales (5,3%) y psicofármacos (11,2%). Los peatones drogados embisten a los coches, causándoles daños diversos, aunque también es verdad que ellos suelen llevar la peor parte en la pelea.

La solución a este problema es establecer controles de alcoholemia a las salidas de bares y discotecas, donde los peatones que den positivo en drogas legales e ilegales puedan ser inmovilizados hasta que se les pase la curda. También se han sugerido pasos de peatones iluminados y señalizados como si de un casino de las Vegas se tratase, parachoques blandos e incluso un airbag instalado en el radiador del coche.

Hay otra solución más sencilla: reducir la velocidad de los coches en la ciudad. Actualmente el máximo está establecido en unos 14 metros por segundo. La velocidad mínima exigida a los peatones en los semáforos es de 1 metro por segundo, lo que obliga a ancianos, impedidos y portadores de carritos de niños a recorrer los últimos metros en un angustioso sprint.

Para reducir la velocidad de los coches lo mejor es mezclarlos con los peatones en el mismo espacio público. Una vez peatonalizadas la mayor cantidad posible de calles, algunas vías se pueden dejar para uso compartido entre coches y peatones, en condiciones de igualdad. La experiencia muestra que, al igual que los caballos evitan pisar a las personas, los coches se detienen cuando no tienen más remedio, es decir, cuando ven a un peatón delante de su parachoques, aunque no lo hagan –e incluso aceleren– cuando llegan a un paso de cebra lleno de personas esperando a que el primer coche compasivo se detenga para poder pasar.


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