
Los datos: Las gasolineras de Madrid han vendido un 10% menos de combustible en septiembre de 2008 que el mismo mes de 2007, y se prevee que para diciembre sea un 15%. Y aún hay más. La matriculación de vehículos nuevos ha disminuido casi un 20% y las bajas de vehículos antiguos sigue siendo la misma que hace un año. No solo se ha reducido el consumo, sino el número de vehículos que circulan por las calles. Los autobuses van más llenos, la hora punta dura menos tiempo, la gente llega puntual a sus trabajos y el cielo de Madrid es de un azul extraño y hermoso. Es la hecatombe señor Onieva.
Es una lástima que la prensa no trate de forma más positiva los efectos provechosos de la crisis, que ha conseguido en apenas unos meses lo que la gestión municipal no había logrado nunca.
El precio del transporte no es lo que pagamos para llenar el depósito. Si no, piensen qué precio le ponemos al atasco, al estrés, los bocinazos, los improperios, las temeridades, los accidentes y a ese color plomizo y espeso del cielo de algunos días especialmente sucios ¿Cuánto estarían dispuestos a pagar para olvidarse de todo eso? Pónganle un precio en euros, súmenle esa cifra a la de la gasolina y tendrán un valor aproximado de lo que estamos pagando todos por movernos por la ciudad.
Pero por desgracia para el peatón y la sostenibilidad en la ciudad la crisis acabará, la gente volverá a sacar el coche a la calle y a pagar orgullosa por su dosis diaria de insultos y prisas. Mientras llegue ese momento, les animo a que salgan a la ventana un rato, miren al cielo azul y disfruten de la crisis unos segundos.
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