viernes, 4 de mayo de 2012

Una pelea por un hueso descarnado (Repsol / YPF)


Vaca Muerta, el objeto de litigio, no es un yacimiento de petróleo servicial, ese que fluye como un surtidor a gran altura después de pinchar someramente el terreno con una perforadora (al menos así se veía en las películas). Es un yacimiento de petróleo no convencional, es decir reticente, que sólo sale a la superficie tras trabajos mineros de mucha dificultad, que se pueden resumir en que exprimen el petróleo que contiene la roca inyectando agua a presión con productos químicos. El proceso deja materialmente destrozado el terreno y sus acuíferos, en extensiones muy grandes, y algunos países como Francia lo han prohibido. Además es muy caro: parece ser que habría que invertir unos 25.000 millones de dólares al año para poder poner en explotación el yacimiento.

No es de extrañar que los inversores, esa mítica especie de la fauna de las finanzas internacionales, desconfíen cada vez más del petróleo, un negocio con un futuro de costes crecientes, riesgos rampantes y beneficios inciertos. En realidad, ojeando las publicaciones de la Agencia Internacional de la Energía se puede ver que hace casi una década que la extracción de petróleo no crece apenas (a diferencia del carbón, que está conociendo un esplendor en estos años que esperemos que sea coyuntural).

El futuro de la energía no está en el petróleo no convencional de Vaca Muerta, Neuquén, Argentina. Sin salir del continente, es más probable que esté en el litio de Uyuni, Bolivia y en el viento de Brasil. El gobierno boliviano acaba de comprar una planta piloto completa de fabricación de baterías de litio a una firma china. Son las baterías que alimentarán a los vehículos eléctricos que sustituirán a los movidos por combustible fósiles. Y la electricidad vendrá de instalaciones renovables como las que está construyendo Brasil, sede junto con la India, de la gran expansión actual de la energía eólica y de las renovables en general. Los BRICS están mostrando gran interés en las renovables, justo cuando los países “ricos” de la OCDE han echado el freno a este tipo de energías.

El propio Repsol tiene en el asunto de YPF una oportunidad de oro para empezar a desligarse del cada vez más engorroso negocio del petróleo. El siguiente paso sería dedicarse a fabricar biodiésel en la nueva ampliación de la refinería de Cartagena, diseñada para paliar la escasez de gasóleo en el mercado español. En realidad, según la empresa,  parte de la planta ya se dedica a eso.

Publicado originalmente en Señales de Sostenibilidad, nº 25

Un comentario de Juan Varela Simó

Lo siento, estoy totalmente en desacuerdo con tus afirmaciones. El impacto ambiental de la producción masiva de biodiésel y bioetanol se centrará sobre todo en países en vías de desarrollo o del tercer mundo, conducirá a la deforestación de bosques nativos, al desplazamiento de la ganadería y los cultivos alimentarios, repercutirá gravemente en la biodiversidad, y dará como resultado el desplazamiento de los trabajadores del campo. Por otro lado alentará la producción de transgénicos y fertilizantes y el auge de las empresas agroquímicas como Monsanto. La sustitución del gasóleo por aceite de soja transgénica, de palma, de colza y otros vegetales supondría una tremenda ocupación del terreno. Sólo las plantaciones de palma de aceite en Malasia han sido responsables de la pérdida de un 87% del bosque nativo, ya que la palma de aceite proporciona cerca de 4.500 litros de biocombustible por ha frente a los 800 del girasol. La alternativa más viable en estudio parece ser la producción a partir de algas, pero en cualquier caso sólo sustituiría una pequeña parte de la energía procedente del petróleo. La energía y el agua consumidas en la propia producción del combustible no son tampoco despreciables. No olvides que la producción agrícola incluye el uso de maquinaria que funciona con combustibles contaminantes.
Para terminar, no olvidemos que el biodiesel que se utiliza actualmente es una mezcla de gasóleo en alta proporción, ya que el biodiésel puro destruye el caucho y algunos metales como el cobre e implica modificaciones en los motores.
La ampliación indiscriminada de las plantas solares y los aerogeneradores tampoco será la panacea como han demostrado estudios de impacto ambiental realizados por organizaciones conservacionistas en varios países. Convertirá a los países del sur en productores de energía y servicios y el impacto de las redes de distribución de energía no será despreciable. El transporte de la energía producida por los aerogeneradores requiere cables más gruesos y torres más altas por la inestabilidad del flujo, debida a desconexiones por la aleatoriedad del viento. La ocupación del terreno (a veces en espacios protegidos), el impacto paisajístico y la construcción de accesos e instalaciones de apoyo son otros de los efectos de la producción de energía eólica.
La única respuesta lógica es un uso racional de la energía y el autoabastecimiento , pero eso no parace estar en la agenda de ningún gobierno o empresa.
Un saludo,
Juan




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