Cristina Narbona, la única ministra de medio ambiente que dejó huella, dijo hace algunos años que era signo de los tiempos que el gobierno se organizase en tres grandes ejes: el económico, el social y el ambiental. Incluso insinuó que esa idea debería traducirse en la composición de los ministerios. Si la aplicamos al nuevo gobierno del Partido Popular, vemos que la economía ocupa el 54% aproximadamente, la sociedad el 42% y el medio ambiente el 4%, trece o catorce veces menos espacio que la economía*.
Todo parece indicar que el asunto ambiental, que nunca fue una gran prioridad en gobiernos precedentes, a pesar de tener ministerio propio, va a desvanecerse todavía más en esta legislatura. Hay que tener en cuenta que reducir la cifra de cinco millones de parados es un objetivo tan formidable que, en comparación, la conservación de la naturaleza y la calidad del aire y el agua parecen lujos y superfluidades.
A fecha de hoy todavía no se ha nombrado a la persona encargada de llevar la Secretaría de Estado de Medio Ambiente, mientras que el batallón de recios profesionales que forma el Equipo Económico de Choque ya ha sido presentado y alabado hasta abundar. Es evidente que los recortes caerán pesadamente sobre el departamento de medio ambiente, herencia de tiempos más felices en que nos sobraban recursos hasta para proteger el lince y el oso (tema este, el de gastar dinero para proteger la fauna salvaje, que despierta las iras de la extrema derecha, que hace maravillas de demagogia con lo que se gasta en cada cachorro de lince).
El Ministerio de Medio Ambiente, pues, no ha desembocado en el Superministerio ambiental que consideraba lógico Narbona, del mismo rango que los superministerios económico y de la sociedad. Al contrario, ha retrocedido al rango de una dependencia del ministerio de Agricultura. Sería más lógico que fuera una dependencia del ministerio de Industria o de Fomento, que son los que determinan la mayor parte del impacto ambiental.
La verdad es que no es tan importante si hay o no un ministerio para el medio. Todo el mundo reclama un ministerio completo para el tema que más le preocupa: de la Familia, de Turismo, de Igualdad, de Ciencia, etc. La gran crisis económica es solo una más de otras grandes crisis que habrá que resolver en los próximos años: la del transporte (recuerden el “car peak”), la de la energía, la de la conservación y suministro de agua limpia, la de la comida sana y accesible para todos. Y estos son grandes asuntos ambientales y de interés general para la humanidad, con o sin ministerio.
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(*) Los cálculos se han hecho de esta forma, tan incorrecta y sesgada como cualquier otra. Hay 13 ministerios, peo cinco se dedican puramente a mantener el poder del Estado y no encajan bien con esta clasificación tripartita de economía, sociedad y medio ambiente. Son la camarilla del gobernante (actualmente ministerio de la Presidencia), el ministerio de Estado (hoy Asuntos Exteriores y Cooperación) Guerra (Defensa) Gobernación (Interior) y Gracia y Justicia (hoy en día Justicia a secas). De menera que nos quedan ocho, cuatro puramente económicos (Hacienda y Administraciones Públicas, Economía y Competitividad, Fomento e Industria, Energía y Turismo), tres del asunto social (Educación, Cultura y Deporte, Empleo y Seguridad Social y Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad) y uno tripartito, herencia del monstruo creado en tiempos de zapaterismo (Medio Ambiente y Medio Rural y Marino), que ahora se llama Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente.
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