martes, 11 de agosto de 2009
Explotaciones mineras teñidas de hipocresía
El presidente de la Asociación Africana de Defensa de los Derechos Humanos (ASA-DHO), Golen Misabiko está detenido desde el 24 de julio en Lubumbashi, capital de la provincia de Kananga, la más rica en minerales de la República Democrática del Congo.
La verdadera razón de su detención no es otra que la publicación de su informe “La mina de uranio de Shinkolobwe: de la explotación artesanal ilícita al acuerdo entre la RDC y el grupo nuclear francés AREVA”. En dicho informe analiza la situación de la mina (oficialmente cerrada, pero que sigue en funcionamiento), en la que miles de trabajadores, incluyendo un gran porcentaje de niños, pasan muchas horas al día con ninguna medida de seguridad y en contacto directo con material contaminado por radioactividad.
Desgraciadamente esta situación no es noticia, todos sabemos, si queremos saberlo, que como en tantos otros ámbitos, los “países del sur” están corrompidos por su propio gobierno, que utiliza la explotación de sus abundantes recursos naturales para la financiación de guerras, o el simple enriquecimiento, mientras gran parte de la población vive en una situación de pobreza importante. Eso lo sabemos, y lo escondemos en algún lugar lejano de nuestra conciencia para poder vivir relativamente relajados en nuestro “primer mundo”, ya que creo firmemente que si pensáramos en ellos más de 20 minutos al día, nos costaría conciliar el sueño.
Sin embargo, lo verdaderamente vergonzante es que detrás de todas esas explotaciones ilegales, sin ninguna garantía social ni ambiental, están empresas de países tan desarrollados, tan democráticos, tan respetuosos con los derechos humanos como Francia (por poner el mismo ejemplo que esta noticia). Es hora de dejar de dar lecciones a los países del tercer mundo, de “enseñarles a pescar”, y mandarles comida y medicina cuando nuestra economía nos lo permite. En lugar de eso, podríamos dejar de contribuir a la destrucción de sus recursos, al enriquecimiento de los gobiernos corruptos, en definitiva, saquear su riqueza natural, cultural y sus oportunidades de desarrollo, para alimentar nuestra enorme maquinaria de mundo civilizado.
Lo sé, es difícil no caer en la hipocresía de dar lecciones a una población esclavizada, porque así parece que queremos cambiar las cosas. No debemos olvidar que, objetivamente, muchos de esos países son nuestra despensa, y la doble moral nos corrompe también a nosotros, tan alejados de aquella miseria, pero tan cómplices como sus gobiernos.
Definitivamente, no podemos permitir que empresas de nuestros países obtengan su materia primera de aquellos lugares donde no existen los derechos de los trabajadores, ni respeto por el medio ambiente.
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