Benditos atascos

Un reciente estudio del Real Automóvil Club de Cataluña (Fundación RACC Automóvil Club)
determina que cada conductor madrileño, como media, pierde siete días completos y 538 euros al año en los atascos de tráfico. Según El Mundo, “el informe analiza el sufrimiento de los conductores en un radio de 30 kilómetros de la capital” ¿Sufrimiento? El País es más realista: describe a “la que se pinta las pestañas durante el parón, el que se ajusta bien la corbata… y el (o la) que aprovecha para ojear el periódico apoyado en el volante”.

Esta es la verdad: los siete días al año de atasco, que equivalen a un cuarto de hora diario, tienen ventajas e inconvenientes. También es verdad que un millón de coches inmovilizados pero con el motor encendido producen una humareda infernal y un desperdicio de combustible en proporción. Y es cierto que más de 500 euros es una cantidad respetable, y que duele echarla en el gran pozo sin fondo de los gastos del automóvil, junto con la mensualidad, el combustible, el seguro, el aparcamiento, el taller, el túnel de lavado, el impuesto de circulación, los peajes, etc, en lugar de gastarlo en un buen capricho.

Todo eso es verdad, pero también es cierto que la inmensa mayoría de los automovilistas están solos dentro de su vehículo, sin pasajero alguno, y que el cuarto de hora diario de atasco en un bendito momento de soledad y relax, de tiempo para uno mismo, para la meditación y el descanso. En una sociedad tan hacinada como la nuestra, esos momentos nirvánicos bien valen 538 euros.

Tanto el Ayuntamiento de Madrid como la Comunidad de Ídem como el Ministerio de Fomento saben todo esto, y por eso hacen todo lo posible para retrasar las medidas que eliminarían el atasco (carriles BUS-VAO, aparcamientos disuasorios, metro de superficie, coches compartidos, etc.). Aguantan estoicamente las críticas de desidia y dejadez, porque saben que la salud mental diaria de un millón de personas depende precisamente de que no hagan nada para combatir los benditos atascos.