jueves, 12 de julio de 2012

Expropiación: o todos o ninguno


Puesto que se trata de dinero, y nada más que de eso –no se trata de una gran catástrofe natural, ni de una guerra total, sino de conseguir dinero como sea para pagárselo a los famosos mercados– busquemos nuevas fuentes de efectivo. Las latas de sardinas ya tienen su subida del IVA, los sueldos ya ha sido recortados, a veces en un 100%, las medicinas son más caras, la prestación por desempleo se ha reducido, etc. Todo esto supone una gigantesca expropiación del dinero del 99% de los españoles y de las españolas. No es aventurado decir que la media debe estar en torno al 40% de todo su parné, cifra que se obtiene sumando una rebaja de un 20% de ingresos a un aumento de un 20% de los gastos.

Muy bien, pues ahora ha llegado el momento de expropiar al 1% restante de la población. ¿Cómo hacerlo? Lo primero es crear una base jurídica de la operación. Para ello pueden consultarse las leyes de impuestos sobre beneficios extraordinarios de 1916 y 1939, así como la ley de expropiaciones por interés general de 1954. La base política es más sencilla, y se resume en una sola palabra: sacrificios, duros, dolorosos e imprescindibles sacrificios. Pues manos a la obra. ¿Dónde está el dinero del famoso 1%? Ahí van algunas sugerencias entre muchas posibles.

• Un impuesto especial para las grandes fortunas. Naturalmente, habría que dedicar a muchos policías para vigilarlos estrechamente y evitar que saquen el dinero del país. Se podría solicitar la ayuda de los millares de agentes dedicados a perseguir alijos de marihuana, ventas de Picassos fraudulentos o matrimonios de conveniencia. Pero se trata de una emergencia nacional. Seguro que 10.000 millones se pueden sacar de la tradicional generosidad y sentido patriótico de las clases altas españolas.

• Expropiación directa por supremo interés público de los beneficios de las grandes empresas. Uno puede imaginar a empresas señeras como Telefónica o Inditex dando un paso al frente, orgullosas de donar tres o cuatro mil millones de euros cada una al Estado. Naturalmente, estas empresas recibirían honores cívicos de la nación agradecida. Reunir menos de 20.000 millones por este concepto sería indigno de las grandes empresas que llevan la bandera de nuestro país por todo el mundo.

• Afloramiento del gran fraude fiscal. No estamos hablando de las irregularidades de las pequeñas empresas en su lucha diaria por la supervivencia, sino de ingentes cantidades de dinero oculto por grandes corporaciones. Estimaciones conservadoras lo cifran en aproximadamente 44.000 millones. Nuevamente, la policía (tal vez el ejército, en este caso), tendría un gran papel en la operación. Se impondría un recargo especial a la desfachatez, como aquella leyenda de unos dineros de tiempos de la guerra civil que crecieron misteriosamente en una cuenta oculta en Suiza. Una cifra alcanzable con facilidad en este rubro serían los 30.000 millones.

• Impuestos a la gran pisada ecológica. Sin duda el que refleja más resentimiento social  de todos, pues se trata de gravar fuertemente la posesión y uso de cochazos, embarcaciones y piscinas, jets privados y limusinas, grandes fincas de gran consumo de energía, pieles, delicatessen importadas, etc. Este impuesto puede conseguir fácilmente 5.000 millones, ¿se han fijado en la cantidad de todoterrenos que circulan por las calles de nuestra ciudad?

• Dejar que los inversores asuman sus pérdidas. Si alguien, ansioso de rentabilidad, coloca un dinero en un tinglado financiero que se viene abajo, no es el Estado quien tiene que asumir su torpeza y su avaricia. Naturalmente (y ya estamos de vuelta con las fuerzas y cuerpos de seguridad del estado) la policía judicial tendría que trabajar mucho para encausar a aquellos directivos de bancos y cajas que engañaron a sus clientes, vendiéndoles riesgo cuando ellos lo que querían era seguridad. Aquí no estamos hablando de acopiar dinero, sino de no gastarlo o respaldarlo, y la cifra últimamente barajada andaba por los 100.000 millones.

El caso es que con cuatro sencillas medidas de acopio podríamos reunir 65.000 millones de euros (65.000.000.000 €) en pocos meses, antes de Navidad. Y celebrar las fiestas como la multiculturalidad manda.

entrada de J. Lafuente

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